La España que no pudo ser

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domingo, junio 09, 2013
El historiador Edward Gibbon escribió en Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano que el declive de un sistema suele ir acompañado de una pérdida progresiva de las virtudes que lo han caracterizado. Es decir, que si quieres acabar con algo, primero cárgate sus puntos fuertes. No es ningún secreto que el tiempo de Europa se está acabando desde al menos la segunda guerra mundial, momento en el que Estados Unidos se convirtió definitivamente en la primera potencia mundial. Pero los imperios tardan en morir, y más cuando su hegemonía ha durado varios siglos. 




Seguramente Europa aún tardará en dejar de ser Europa, pero el camino ya está trazado. Sigue teniendo el mayor PIB del mundo por delante de EEUU y China, pero los modelos de protección social (Estado del bienestar), su mayor virtud, ya están empezando a perderse en el tiempo. No estamos frente a un proceso reversible: hay comodidades que se fueron para no volver


Y a pesar de todo, sigue habiendo espacio para las explicaciones sencillas. En un sentido amplio, los ciclos están en el ADN de la HistoriaChina ya fue la primera potencia mundial hasta 1820. Pero la Revolución Industrial lo cambió todo y entonces fue el turno de Occidente: primero Europa y después Estados Unidos. Ahora estamos viviendo el mismo proceso a la inversa. Cambio de ciclo y nueva hegemonía. En términos históricos, lo que está pasando es normal. Y si buscamos una explicación económica, la respuesta puede volver a ser bastante sencilla. No sólo estamos endeudados por varias generaciones, el principal problema es que la riqueza se va a empezar a producir en otros sitios porque son más competitivos que nosotros.


 Dicho esto, es lógico que Alemania (siempre Alemania) pueda resistir algo más ya que su industria sigue estando a la cabeza mundial. ¿Pero cuanto tardarán chinos, indonesios, coreanos o indios en ser una alternativa más eficaz? El tiempo que haga falta, pero llegará. La pregunta es... ¿Y qué pasa con España? Nuestro país aún no ha tocado fondo y cuando lo haga ni habrá recuperación espectacular ni se volverá a los niveles previos de bienestar por las razones que hemos dicho.






A estas alturas de la partida, nos preguntamos qué balance puede hacerse en España tras casi cuarenta años de democracia y un crecimiento espectacular en términos económicos y de bienestar. Nuestro país pasó de estar en vías de desarrollo a formar parte de las principales instituciones del mundo, tener una seguridad social envidiable, una educación obligatoria y un gran número de universitarios, infrastructuras de primer nivel o una renta per cápita que nos ha situado en el lado amable del mundo y que nos ha permitido viajar, tener coche(s), a veces una segunda vivienda, etc.

A pesar de todo, creemos que lo más triste de esta historia es la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que no pudo ser? Porque si bien hay cosas que no se pueden evitar, sí pudimos haber aprovechado cuatro décadas de esplendor para ser en un país mucho mejor. España nunca se convirtió en un país culto: recuerden que una persona con ingresos bajos de cualquier país escandinavo gasta al año más dinero en cultura que un rico español. Los españoles no han sido realmente exigentes con sus políticos. ¿Cómo es posible que Camps volviese a ganar unas elecciones? ¿Cómo es posible que aún no tengamos una Ley de Transparencia como cualquier país avanzado? ¿Qué pasa con el Senado? Tampoco hemos llegado nunca a alcanzar el pleno empleo. Ni resultados brillantes en educación o en cultura. Ahí están los informes PISA, las sucesivas leyes de Educación y el cine español. No estuvimos en primera línea en innovación. Y nuestra industria nunca fue referente. Tampoco logramos acabar con la picaresca, el fraude fiscal, el desdén hacia las normas o la España del Vuelva usted mañana.

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El blog del revés: Santiago Niño Becerra

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miércoles, junio 05, 2013
Están a punto de cumplirse seis años, seis, desde que en verano de 2007 reventaran las hipotecas sub-prime en Estados Unidos. Y seis años son una eternidad en un mundo acelerado. ¿Conocíamos en aquel entonces a los Krugman, Stiglitz, Gay de Liébana, Niño-Becerra, Ajram, Abadía o Soros?

Lo que ha ocurrido durante este tiempo con los economistas es bien curioso. La gran mayoría ha pasado de perfectos desconocidos a auténticos hijos de puta. Resulta bastante normal si nos atenemos a lo que muchos de ellos decían antes de la crisis (y durante). Lo refleja bien el documental Inside JobLo raro en este caso es que unos pocos, además de salvarse de la quema, se han convertido en estrellas del rock de la economía. 


Santiago Niño Becerra, economista y profesor de la universidad IQS de Barcelona, forma parte de este nuevo elenco de explicadores de la crisis. Su éxito le ha llevado a colaborar periódicamente en varios medios de comunicación (Cadena Ser, Rac 1, 8TV...) y a convertirse en objeto de deseo para muchos periodistas.

Se hizo famoso cuando alguien recordó una entrevista que dió al diario ABC en el 2006 en la que vaticinaba la crisis que aún nos machaca. Y después continuó diciendo verdades. Por ejemplo, en el 2008 dijo que la cosa todavía iba a durar una década más mientras la mayoría de sus colegas veían brotes verdes por todos sitios.



Pero en opinión del que escribe, lo que diferencia a este economista del resto no es la calidad de sus predicciones. Porque aunque sean buenas, no siempre acierta ni puede acertar siempre. Su mayor mérito es también el fracaso de los políticos: Niño Becerra habla claro y no esconde lo que piensa. Nuestros dirigentes, instalados en el cortoplacismo, no. Las personas que lleven varios años escuchándole seguramente no estarán sorprendidas de lo que está pasando. Tampoco está de más recordar que aunque ahora las "desaceleraciones aceleradas" y los "brotes verdes" sean muy criticados, hace no mucho casi nadie quería escuchar que saldríamos de la crisis en el 2018 (o después). Ni que al salir no nos íbamos a reconocer ni nosotros mismos.



El mérito de Santiago Niño ha sido el de ir saltándose tabús mientras la mayoría de medios, expertos y partidos políticos querían dar la sensación de que estábamos ante una crisis como cualquier otra. Se le ha tachado de exagerado, oportunista, apocalíptico y pretencioso. Da igual. Seguramente este profesor es muy consciente de que ha sido de los pocos en este país que ha ido diciendo lo que sabía sin cambiar de discurso. El tiempo le ha dado la razón.

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